Pasar unos días alejado de Gandía me ha servido para desconectar de muchas cosas.
En primer lugar he desconectado del asfixiante calor que ha sufrido nuestra ciudad estos días pasado. (Por dar envidia, os diré que he dormido con un edredón por encima.)
Me he enterado, eso sí, de que ya no existirá más el SAC, subirá el urbanet, Torró pagó a Tele7 (¿en serio esto es novedad o noticia?), el gobierno no pagará actos religiosos en Marchuquera (aunque tal vez envíen a Laura Morant a representarlos, como en otras ocasiones), salen más recibos y cuentas... Total, que no hay mucha novedad.
La gente sale más de casa, no porque la economía vaya mucho mejor, sino porque no se puede vivir con miedo y recogidos indefinidamente. Aunque conviene no olvidar el miedo, especialmente en noviembre, cuando desempolvemos las urnas.
Lejos de la costa uno puede observar cómo nos ven desde otros puntos de España. Y ver que seguimos llevando colgado el sambenito de Gandía Shore, duele. Porque Gandía no es visto como un lugar apetecible para veranear o para venir a vivir, sino para pasar unos días de "fiestuqui".
En toda España ha habido cambios de poder local y se nota un aire nuevo. Se ve que hay esperanza y también algo de canguelo; y es que todos queremos que se abran las ventanas, pero también esperamos que no nos defrauden.
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