lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Bici? Sí, por favor

Leí una vez que los oficiales de Napoleón, tras los primeros tres días de la batalla de Waterloo (librada entre el 15 y el 18 de junio de 1815), se las prometían muy felices: las tropas francesas ocupaban las posiciones deseadas, mientras la gran coalición aún no estaba preparada, el propio duque de Wellington con gran parte de sus oficiales ni siquiera estaba listo cuando los franceses atacaron; muy al contrario, se encontraban en un baile en Bruselas. Además, en el primer gran enfrentamiento de esos cuatro días, la batalla de Ligny, Ney hizo retroceder al propio duque de Wellington. Frente a la alegría de los suyos, Bonaparte permanecía taciturno y abstraído. Uno de ellos, tal vez Grouchy o Ney, se le acercó en el amanecer del definitivo día 18, buscando animarle:
–Sire, se dan las condiciones óptimas para un gran victoria –le dijo y Napoleón asintió mientras le respondía:
–Precisamente por eso sé que estamos condenados a ser derrotados en el día de hoy.

Gandía (y la mayor parte de lo que voy a afirmar vale también para Oliva) reúne las condiciones óptimas para el transporte en bici. Es una ciudad no demasiado grande, llana, con calles suficientemente anchas para que sea posible que el tráfico a motor se compatibilice con la circulación en bicicleta.

Las condiciones son buenas casi todas, excepto las más importante, la voluntad política y social. En esto, tenemos mala suerte, porque se dan casos en los que una arrastra a la otra o la otra a la una, pero cuando ambas van de la mano...

La sociedad gandiense, al igual que el resto de los valencianos o españoles, no es proclive al uso de la bici. El conductor ve al ciclista como una molestia, el peatón como una amenaza, el político como ambas.

Gandía tuvo un asomo de interés hace dos legislaturas, presumiendo de unos kilómetros de carril bici que, en su mayor parte, no eran sino líneas en la calzada. Seguramente el señor Orengo y sus concejales olvidaron o no quisieron considerar que la calzada YA es el lugar de la bici y el respetarla YA es la obligación de los conductores.

Fuimos a peor en la legislatura popular, con ordenanzas de persecución al ciclista, en consonancia con lo aprobado por el gobierno, también popular, en las Cortes.

El carril bici que ya existe en Gandía como tal... es penoso. Jugaríamos a ganar si apostáramos a que los que lo diseñaron y ejecutaron no usan la bici, ¿han probado a ir con una bici de carretera por él? Es incómodo y frustrante. ¿Saben quién tiene que ceder el paso en cada intersección? El que más difícil lo tiene, el débil, el ciclista. (Por cierto, en muchos cruces las señales han caído y si hubiera un accidente la preferencia no es ya la que los políticos quisieron.) Sirva de exponente la zona de carril bici de la calle Benissuai, donde el mal proceder y pésima educación de peatones y conductores ha hecho que se anule ¡el carril bici!

La mala concienciación ciudadana en zonas que podrían ser compartidas, como paseos, o en zonas que deberían serlo, como calzadas, impide el transporte en bici.

Safor bici merece una entrada de este blog solo para tratarla, pero ¿cómo puede soportar este servicio el vandalismo y las pegas que se le ponen?

Otro grave problema: los robos. A mí me han robado ya tres bicis ¡en mi casa! Es un artículo fácil de vender y cuyo tráfico no es perseguido. La policía intenta desanimar la denuncia o que se denuncie por menos valor.

Y por si fuera poco, tenemos la actitud de la policía local. Multas por circular por la calzada (no es broma), por llevar un niño en una silla reglamentaria (¡con bronca al usuario por no usar el coche para llevar a un niño!), por atarla a una señal, por ir demasiado lento o demasiado rápido... Las multas que me han contado ciclistas me han hecho sentir vergüenza ajena.

No sé si Diana Morant o su concejal de Trànsit, Àngels Pérez, usan la bici poco o mucho. Espero que sí lo hagan. Espero que tengan algo de interés por fomentar un transporte más económico, ecológico y saludable. Si no, espero al menos que defiendan la educación y el respeto en la circulación. Sería una política valiente, lo sé, pero de cobardes ya sabemos demasiado, igual que sabemos de tener todos los condicionantes para la victoria y encaminarse al fracaso, como el mismo Napoleón.

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